Todos – creo, nos acordamos de la primera vez. Yo tengo muy
presente la mía. Me acuerdo el lugar, la hora y con quién estaba. Esto de
muchas de mis primeras veces.
Esa primera vez que comí alcachofas. Una cosa verde oscura
con pétalos que me decían que era muy rica. Me enseñaron a sacar los pétalos y
comer esa gota de carne raspando con los dientes. Con o sin aderezos. Con un
plato adicional para poner el 90% de la alcachofa que no se comía. Recuerdo cómo
– casi de premio, el sábado luego de las compras semanales había de entrada
alcachofas. Recuerdo también, la primera vez que nos contaron que había el
corazón de la alcachofa y pude disfrutar a bocados grandes su sabor.
Recuerdo también la primera vez que fui a la playa. Sentí primero
la arena mojada y luego el mar entre los dedos del pie. Siempre íbamos a la
playa. Cada año y cada año era la primera vez que íbamos ese año. No repetíamos
el viaje, era muy lejos y largo. Me mareaba y el viaje no era placentero. No había
una segunda vez por año. Solo y siempre, una primera vez.
O la primera vez que comí sushi. En realidad sashimi. Directo
desde el espinazo del pescado con aderezo de mar y algo de arena. Las hijas de
mi jefa tenían una columna de pescado cada una y lo saboreaban como si fuera
algodón de azúcar. En ese viaje tuve muchas primeras veces. Todas eran
diferentes y mágicas gracias a la conversa con los panas, la sazón diferente de
los chefs con ínfulas de internacionalismo, la ausencia de etiqueta y protocolo
y el disfrute al máximo. Luego llegó el sushi, con algas, arroz soposo y atún
fresco. Hoy por hoy, cuando como sushi por
primera vez en un día, recuerdo ese día mágico de mi primera vez.
También es la primera vez que veo la luna llena en este mes.
En este año. Y no paro de maravillarme de lo perfecta que es. La ausencia de
estrellas a su alrededor crean el marco perfecto para su redondez. A veces la
veo sola, a veces en compañía. Ella sola o yo sola. La misma diferencia. A
veces en aquelarre, que es muy diferente a la compañía usual. Pero siempre hay
una primera vez para verla en ese día, mes, año.
Una primera vez no debería contar solo cuando es la primera
vez en la vida de uno. La vida está hecha de momentos, y cada momento gracias a
sus características especiales, es único. Deberíamos aprender a valorar la
unicidad de ese instante y catalogar todo como la primera vez. Eso hacen los
niños. Se maravillan con todo y se vuelven a maravillar con ese todo cada vez. Sus
primeras veces son incontables, eternas y maravillosas. Y son felices en la
inocencia, en la falta de arrogancia de quién lo hizo, lo vio o lo sintió
primero. La primera vez, siempre será la primera. No importa cuántas veces hayan
pasado. Me gusta ver la vida bajo esa óptica, me da ganas de vivirla más. Al
fin y al cabo, para lo único que si hay una sola primera vez, es para cuando
morimos…
[Publicado en el Diario el Tiempo de Cuenca, Ecuador el 22 de febrero 2014 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8486-la-primera-vez/]
[Publicado en el Diario el Tiempo de Cuenca, Ecuador el 22 de febrero 2014 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8486-la-primera-vez/]
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