Luego de la
algarabía de la Navidad y antes de la emoción del fin de año, empezaba inocentes.
Esos 10 días en que uno se podía disfrazar e ir de casa en casa. No pidiendo caramelos, como ahora, sino rogando
que la imaginación y la disponibilidad de disfraces in promptu hagan que no
seamos reconocibles. Nadie hablaba. A muchos se nos veían sólo los ojos y la
picardía en ellos. Bastaba para que a uno se le reconozca para que el grupo caiga
en la desgracia de haber sido reconocido ni bien entrando. Habían comparsas organizadas,
habían dúos, tríos y solitarios. Habían quiénes no calzaban y a quiénes cuyo
disfraz vencía la imaginación y el conocimiento y no se alcanzaba a determinar
de qué estaban disfrazados. No faltaban guaguas aterrorizados, perros erizados
y gatos en su mundo. No faltaba el ´unito´ que sellaba el reconocimiento y el
del ´estribo´ cuando estábamos de salida.
Luego del 6
de enero salíamos a las calles en comparsas, en dúos y en tríos. El centro de
Cuenca retumbaba con música, risas, gritos y el Papá Noel atrasado de Navidad.
Iniciaba a media tarde, terminaba cuando terminaba. Ni antes ni después. Habían
premios a las mejores comparsas y la ventaja de mantener una tradición nuestra.
Fuente: Buzzfeed |
Ahora
celebramos Hallowe'en. Sabemos que es una fiesta muy popular en los Estados
Unidos pero con orígenes celtas. Sabemos que hay que decir “Trick or Treat”
aunque no sepamos qué significa. Sabemos que hay que ir de casa pidiendo
caramelos, chupetes, chicles y bombones – como recitan los niños en los buses y
sabemos también que mientras más fantasmagóricos sean los disfraces más metidos
estamos en Hallowe'en. Nos preparamos con antelación: compramos ornamentos
naranjas, sombreros negros puntiagudos, globos, diademas con cachos luminosos y
llenamos la despensa con caramelos, chupetes, chicles y bombones – como recitan
los niños en los buses. Algunos – conocedores desde adentro de la cultura
estadounidense – lo defienden. Otros, como yo, luego de haber perdido la
batalla, nos sometemos a esta invasión de tradiciones foráneas que amenazan eliminar lentamente las propias. Nos globalizamos. Dejamos de ser únicos para ser parte
del montón. Del montón que no sabe que celebra, pero celebra igual porque el
mundo comercial – los escaparates, alacenas y ofertas de mercado – nos dicen
que debemos hacerlo. Porque si no, no estamos en nada.
La
globalización va estandarizando el globo terráqueo. Borrando fronteras y
límites. Pero también va amenazando tradiciones que tienen su razón de ser en
los almanaques de antaño y que son parte de nuestro patrimonio cultural. De
hablar cantado. De tener un cancionero por vocabulario. De ser cuencano.
[Artículo publicado en Diario El Tiempo de Cuenca, Ecuador el 31 de octubre del 2015 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11475-hallowea-en/]
[Artículo publicado en Diario El Tiempo de Cuenca, Ecuador el 31 de octubre del 2015 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11475-hallowea-en/]
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