Hoy me fui al spa por primera vez en el año. Me hacía falta
y me lo merecía. Decidí – cerebralmente, que me iba a desconectar.
Llegué y cerebralmente decidí poner mi BB en la alacena. Ahí
lejos. Decidí cerebralmente cambiarme a la bata del spa y relajarme. Me acosté.
Cerebralmente decidí que necesitaba desconectarme del BB - para evitar estresarme con llamadas,
whatsAPPeadas, SMSeadas, PINeadas o emails.
Dos minutos luego, cerebralmente decidí que era mejor apagar
el BB. Me levanté con la bata del spa. Tenía que desconectarme. Necesitaba
desconectarme, estar fuera de todo y desestresarme. Cerebralmente apagué el BB
y volví a acostarme con mi bata del spa.
Mi BB en la alacena. El BB apagado allá lejos. El BB fuera
del alcance de mi mano.
Cerebralmente tome la decisión de acostarme y relajarme. Yo
y mi bata del spa.
Y empezó el cerebro – cerebralmente, a ponerme las posibles
opciones de lo que podía pasar y yo con el BB apagado y fuera del alcance de mi
mano.
¿Y si me llaman de la escuela?
¿Y si me llama Tom con algo?
¿Y si la Gracie por fin confirmó del viaje a Isabela?
¿Y si…?
¿y…?
Cerebralmente decidí levantarme con la bata del spa. Me fui
a la alacena y tomé el BB. Cerebralmente lo prendí y me lo llevé a mi lado. Al
alcance de mi mano. Y me desestresé.
Nadie me llamó, me whatsAPPeó, me PINeó, me SMSeó, me
EMAILeó.
Pero me desestresé y disfruté de mi spa y mi bata.
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