viernes, 18 de julio de 2014

apegos

En seis meses cambiaré de domicilio. No de manera permanente pero si de una permanencia temporal de cuatro años. Como familia nos llevaremos lo que pueda entrar en el equipaje autorizado como pasajeros de clase turista. Ni más ni menos; el sobre peso es demasiado caro para el bolsillo de quienes volveremos a ser estudiantes. Desde ya estamos revisando qué se queda, qué se va, qué se va a guardar en la bodega en cajas herméticas y con bolas de naftalina.

Desde siempre supe que me iría. Desde ese entonces creí saber que haría con mis cosas. Había puesto etiquetas mentales que acreditaba el destino final de mis pertenencias. El proceso de desapego era innecesario. Eran cosas materiales, los recuerdos los llevaba en mi cabeza y corazón. Hoy que tengo que empezar a decidir este destino final, veo que el pragmatismo original ha sido reemplazado por el romanticismo.

El proceso es tenaz, como dirían los amigos de Quito. Hay dos opciones – se queda o se va. Un blanco y negro comercial. Es difícil pensar en blanco y negro cuando uno tiene el rojo pasión, el verde esperanza, el amarillo patito y el azul cielo en el corazón. Cada una de las posesiones materiales tiene un color que indica el grado de apego. Hay tantos recuerdos en las cosas materiales. Me he encontrado viendo con ojos melancólicos a un jarrito plástico de colores donde mi hija Nina tomaba su leche. Su coco-agua, como dice hasta ahora. También me pierdo en los recuerdos de la ropa de los chicos archivada en el closet más escondido de la casa. Les huelo y pretendo que todavía son chicos mis chicos. Veo mi ropa y me acuerdo de mis aquelarres y de las noches sin dormir y llenas de emoción. Veo los cientos de libros – de novelas, de historietas, de ciencia – que tenemos y pienso en comprarme un scanner para digitalizarlos y llevármelos todos. De ahí me acuerdo que me encanta el olor a libro y me quedo nuevamente en el limbo sobre qué haré con mis libros. Sé que encontrarán un buen hogar, pero ya no estarán en mi hogar. Mis hijos ya separaron los que quieren llevarse. Solo esa dotación de libros ya cubre el equipaje permitido de un pasajero…

Tomado, con el debido respeto, de:
Las Aventuras De 
Enriqueta, Fellini y Madariaga por Liniers (Ricardo Siri)
Por más que lo “comido y lo bailado no nos quita nadie” es complicado tratar de deshacerte de esos objetos materiales que tienen tantos recuerdos atados con hilos invisibles al corazón. Todavía no sé qué haré con lo que no cabe en las maletas – me quedan seis meses para decidir; pero si sé que los recuerdos se irán con nosotros a abrigarnos el corazón al otro lado del Pacífico y formarán parte de las nuevas aventuras y experiencias que viviremos hasta que nos toque regresar nuevamente. Todo se repite, y hay que aprender de estos simulacros de desapego para el examen final, que eventualmente llegará.

[publicado en el Diario El Tiempo de Cuenca el 3 de agosto del 2014 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/9314-de-apegos/]

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