En los brindis, cuando uno celebra, no es en vano que uno
diga ‘Salud’ al levantar el vaso. Lo decimos también ante los estornudos, sean
éstos solitarios o repetidos. Como una palabra que puede conjurar un hechizo
contra la gripe o el resfrío. Sabemos que la gripe te reduce, te quita
potencial. La salud es lo más preciado que se puede tener. Y, al igual que con
otras cosas, solo nos damos cuenta de su importancia cuando la perdemos.
De chicos desafiábamos a nuestras mamás con las inclemencias
del clima: no nos poníamos la casaca cuando llovía, nos quitábamos el gorro de
lana detrás del primer árbol y las botas de caucho nos quedaban chicas sin
haberlas usado en las vacaciones. Volar cometas significaba short, camiseta y
mucho viento; no pantalón, chompa y mucho viento. De mamás, nos frustramos con
los desafíos de los hijos ante las inclemencias del clima. Nos morimos de frío,
por ende les ponemos casaca, gorro de lana y botas de caucho sin importar que
se vean como mampuchos o que este ajuar les impida coger shugshis, trepar
árboles o saltar la soga. Sabemos, las mamás (y los papás), muy bien que si los
hijos se enferman, somos los padres lo que pagamos los platos rotos.
De más grandes, tentamos la salud saliendo muy glamorosas
pero poco abrigadas; o ganándole al viento en la moto y al sentido común con
las peripecias; haciendo uso de cierta libertad, empezamos a ver el mundo como
un lugar donde podemos y debemos desafiar los límites, poner a prueba las
vacunas y tentar con las enfermedades infecto contagiosas. Muchos solo pasamos
rozando el hospital, otros hacen sucursal. Pero todos creemos que eso no nos
pasará a nosotros.
Luego, pensamos que es una inversión – y una necesidad – el
pagar el seguro médico privado y el IESS, tomar el Omega-3, las semillas de
chía, los multivitamínicos y la aspirina de niños. Llevamos una chompa en la
cartera y nos tomamos una vitamina C por un por sí. Todo para mantener la salud
o mejorarla si esta medio chueca.
Sin salud no se tiene nada. Ni paz, ni bienestar, ni buen
genio, ni éxito, ni glamour. No importa cuánto dinero se tenga. Con él sólo se
puede comprar medicinas, tratos personalizados y el salto a la lista de espera.
Pero no se puede comprar la salud. Ese bien intangible debe ser conservado
cueste lo que cueste. Si pierden la salud, aseguren de encontrarla, que solo
así podremos pensar en vivir la vida al máximo – pero sin excesos, al límite –
pero con fronteras, al día – pero pensando en el mañana. ¡Salud!
[Publicado originalmente en el Diario El Tiempo - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/9343-a-salud/ el sabado 9 de agosto 2014]
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