Extremos.
Antónimos. Opuestos. Matemáticamente hablando, serían un ángulo de 180°.
Diametralmente opuestos. Los humanos buscamos extremos para todo. La antípoda
de Quito es Singapur. Es decir, estoy casi al otro extremo del planeta. Y al
estar acá puedo sentir con dolor los extremos que se están viviendo en mi país.
Odio y amor. Pero de esos odios y amores jarochos, como hubiera dicho el Chavo
del Ocho.
Estos polos
están atiborrados de sentimientos de gran calado. Todos hemos tomado un bando.
O estamos a favor. O estamos en contra. Que no es lo mismo, pero es igual. Lo
que unos odian, lo aman los otros. Y viceversa. Hay intercambio de bandos. Unos
se quedan, incólumes. Otros se van, acérrimos. Y en el momento que pisamos esa débil
línea que separa los bandos, nos polarizamos al punto del fanatismo.
Fuente: IMPACTOCNA (www.impactocna.com) |
Veo con
pena como hay enfrentamientos. En que el un bando saca al otro y no solo de
quicio. Hay intercambios de gestos, señas, palabras. Hay provocaciones de lado
y lado. Cada uno se siente ganador en esta derrota de ver un enfrentamiento
entre hermanos. Mentamos la madre y la naturaleza, como si no supiéramos que a
esas dos madres no se las debe tocar ni con un pétalo de una rosa. Quiénes eran
aliados ahora son enemigos. Quiénes eran enemigos ahora son co-idearios.
Los
enfrentamientos suben de tono. Y las fuerzas del orden, que son parte
ambivalente en todo esto deberán responder a quien les paga su sueldo. Sean
estos los de un bando o del otro. Son pueblo, después de todo. Bien lo dicen
sus escudos antimotines. Tal vez el orden de los sustantivos dé lugar a
pensarlos del otro bando, pero todos necesitamos trabajar para llevar el pan a
la casa. Tal vez por eso están en ese orden. Espero que sepan meditar, que los
altercados de lado y lado, pueden dar lugar a que actúen sin pensar que al otro
lado del escudo está un hermano. Son humanos después de todo.
Solo espero
que este antagonismo no pase de eso. Un duelo de voluntades, de egos, de
límites y excesos, de atentados a la libertad, de ningunear el laborar de toda
una vida – y su manera categórica de
expresarlos a viva voz y a forcejeos. Los extremos no son buenos y peor si los
ponemos en práctica con quiénes son nuestros vecinos, colegas, amigos, paisanos
y compatriotas. Solo espero que quién genera esta polarización de sentimientos utilice su cabeza para algo más que para ponerse el sombrero y se inteligencie
en cómo evitar algo que – desde acá, desde la casi antípoda del Ecuador –
parece inevitable.