viernes, 4 de julio de 2014

Herencia

En uno de esos días en que uno reniega de todo, especialmente el hecho que hay que trabajar para vivir, hablaba con una amiga que andaba en las mismas. Que falta plata, que falta tiempo, que necesito esto y lo otro, que “la vida pasa y nos vamos poniendo viejos” como dice la canción. Ahí, justo cuando hubo un silencio ambas nos preguntamos por qué no habíamos nacido herederas. Herederas que no trabajan y tienen la buena vida. Ambas suspiramos con la mirada perdida buscando un cartel que anuncie puestos vacantes de herederas en algún lado…

Ahora – aunque sé que siempre lo supe – me di cuenta que sí soy heredera.

Mis papis me ‘heredaron’ educación formal. Esta educación me ha permitido viajar, aprender, vivir, conocer, amar. De los mejores verbos que hay en mi vocabulario. Y educación no formal. Me heredaron valores, moral, buenas costumbres y hábitos y la capacidad de ser un buen ser humano.

Mis papis me ‘heredaron’ el gusto por los libros. Por la palabra impresa. Por la escritura y la lectura. Esta me ha permitido, desde un sofá, viajar, aprender, vivir, conocer, amar. De los mejores verbos que hay en mi vocabulario.

Mis papis me ‘heredaron’ la habilidad de hablar inglés. A los 17 me fui de intercambio y regresé con una de las mejores herramientas para mi vida. Ese inglés me ha permitido viajar, aprender, vivir, conocer, amar. De los mejores verbos que hay en mi vocabulario.

Mis papis me ‘heredaron’ una raíz fuerte. Una que me da pertenencia. Que me hace acordar que siempre tendré dónde volver. Que hace que todo sea parte de un todo más grande. Pero también me ‘heredaron’ alas y me dan el empuje necesario para que vuele. Alto y lejos la mayoría de veces. Alas que me alientan a conocer más, a ser curiosa. A ver las cosas desde otra perspectiva. Para que crea en mí.

Nuestra comprensión de la herencia como tal, debería incluir los intangibles. En este mundo plagado de cosas materiales, en el que el tener se mide por las posesiones tangibles, las herencias que he recibido de mis papás muestran que las verdaderas cosas salen del corazón, de la gestión del cariño, de la necesidad de amainar un poco el vendaval de falta de humanismo. Muestran también que lo material se daña y pasa de moda, pero que la verdadera herencia es el ser recordados por perseguir nuestros sueños siendo tolerantes, caritativos, humanos – en el verdadero sentido de la palabra – y más que nada, asegurarnos que nosotros también ‘heredemos’ este tipo de bienes a los que nos siguen, y así perpetuar un poco más las características que nos hacen diferentes y únicos.


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