[dedicado a la mujer del diamante]
la noche estaba negra - como son las
noches de luna menguante, el viento soplaba entre los árboles y las olas
reventaban contra los barcos pesqueros anclados en la bahía... las nubes
flotaban lentamente por el cielo estrellado, formaciones fantásticas se veían
al alzar la vista; murciélagos chirriaban en su vuelo a cazar mariposas
nocturnas y saltamontes adormilados, un búho esperaba encorvado el arribo
forzoso de algún insecto encandilado... solo faltaban los zorros, emblemáticos
seres de las noches de luna...
en la lejanía, un grupo de mujeres
danzaba a la luz de la luna reducida, siguiendo rituales secretos; se contaban
experiencias y se cantaban mantras, la luz era tenue y la pitonisa mayor con un
tocado de dos astas paralelas recibía los conjuros de las demás mujeres que
invocaban los altos espíritus y sacrificaban recuerdos por el bienestar de la
comunidad. una vela circulaba de
mano en mano, las palabras flotaban en el ambiente y cada una de las mujeres la
interiorizaba y las guardaba como propias; globos ceremoniales pendían
de candelabros y paredes, un banquete de dulces y amargos, de suaves y
duros yacía sobre la mesa de vidrio... los instrumentos para el sacrificio
estaban listos: botellas, escobas y otros enseres de utilidad. los cantos y las carcajadas alborotaban
la noche...
al acabarse el ritual interno, la
pitonisa mayor ordenó la salida de la bandada de mujeres al exterior - a lidiar
con los demonios y las tentaciones propias de la civilización, a predicar el
fin de una era y el comienzo de otra, a manifestar el compromiso del clan a la
felicidad de las participantes... el jolgorio de mujeres marchó por las
calles obscuras levantando más de una mirada al pasar; sonrisas, risas y
suspiros acompañaban al corro de mujeres con sentidos exaltados. al entrar a la edificación predestinada
para continuar el ritual, los seres nocturnos ajenos a este aquelarre miraron
con ojos desorbitados la concurrencia de féminas que cantaban y reían a
carcajadas, que demostraban tan abiertamente la felicidad por la pitonisa y las
demás concurrentes... otro círculo se creó con la pitonisa en el medio, quien
con brebajes y pócimas había empezado a entrar en el trance de la felicidad y
la inconsciencia
de repente, un ser fuera del mundo
conocido osó ingresar en el círculo sagrado – vestido de negro y azul, los
colores de los grandes hechiceros; su intención era pasar al otro lado del clan,
ignorar a la pitonisa y su séquito, romper la hermandad de la noche. las mujeres alborotadas por este
descaro intentaron despojar al ser de sus ropajes mágicos dejando al
descubierto un torso perfecto que olía el dulce olor del arrebato, el olor del
zorro astuto, inteligente y hermoso. el
descubrimiento alborotó a todas las mujeres del clan quienes apabulladas por
semejante visión se alejaron y buscaron centrarse en sus propias manos y
recuerdos, y así evitar que la astucia del zorro humano les lleve al barranco
de lo desconocido y deseado
sólo una de ellas se quedó – embelesada
ante el talante de lo presente, de la visión extraterrenal en tierra; los pies
no respondieron a la orden consciente del cerebro de que corra, de que se aferre
a sus manos portadoras del diamante de tranquilidad, del diamante que apaciguaría
sus hormonas y deseos. el zorro
humano también se quedó estupefacto ante la mujer delante de él, quien con
mirada esquiva le hizo frente desafiándose entre hermosos
el clan de mujeres apabullado por la
afrenta decidió romper el hechizo del zorro humano y llenar de feromonas cubiertas
de luz a la mujer embelesada para traerla nuevamente al presente y evitar
futuros inciertos. el zorro humano
se mantuvo al margen del grupo, interiorizando el aquelarre y buscando maneras
de acercarse a la mujer ya protegida por los conjuros del diamante y del clan
en toda la noche no pararon las
miradas entre el zorro humano y la mujer del diamante, no se hicieron esperar
los suspiros y las excusas para rozar las pieles o sonreír al aire miradas de
complicidad. al casi romper el alba
el clan de mujeres se desbandó buscando el resguardo de lo conocido y la
alegoría de lo terreno. el zorro
humano buscó penetrar el reino de la mujer del diamante pero ella aterrorizada
ante la posibilidad de perder la tranquilidad se aferró al primer hombre amigo
quien le brindó la seguridad del brazo y un pseudo título de pertenencia
las mareas que marcaban los días
pasaron y el zorro humano desaparecido en el mundanal ruido de la civilización
solo llenaba las fantasías y recuerdos de la mujer del diamante y su clan
próximo. no había marea diaria que
no trajera el recuerdo del almizcle del zorro humano, el recuerdo de la
proximidad lograda o el aroma del aliento emanado. la mujer del diamante aferrada a lo conocido solo repasaba
mentalmente la noche de luna menguante esperanzada en encontrar algún indicio
que indique un próximo encuentro
dos días antes de la luna llena la
mujer del diamante y su clan íntimo salió a invocar, con brebajes, pócimas y
conjuros, su bienestar terrenal. el
séquito incluía el dueño del corazón y la intimidad de la mujer del diamante. ella reconfortada por el olor conocido
de su hombre y la camaradería de las mujeres del clan había logrado
independizar su deseo terreno del recuerdo del zorro humano y danzaba con traje
negro a la luna por venir. más, a lo
lejos estaba el zorro humano – pendiente, conscupiscente y lascivo
el clan reducido bailaba la llegada
de la nueva luna llena colmándose de energías y resplandor – brazos levantados,
caderas cadenciosas, ojos entrecerrados, tambores y cuerdas; risas, sonrisas y
carcajadas; miradas de soslayo y de frente; olores dulces, profundos y a
colores
el zorro humano se acercó y la mujer
del diamante invocó a la energía presente para no caer en el abismo de la
tentación. su olor a almizcle y
sudor, los músculos definidos y el talle triangular eran propicios para las
caricias, para perderse en la sinuosidad del deseo y el placer desbordante - la
finita presencia del zorro humano
los brebajes y las pócimas estaban
actuando en la mujer del diamante, propiciando la pérdida del escudo de la
tranquilidad y el ímpetu de probar lo desconocido; de cambiar lo conocido por
lo desconocido; de mirar el horizonte con otros ojos y buscar otros placeres –
pero el carruaje del amanecer irrumpió los deseos inhibidos y llevó a la mujer
a la parte alta del mundo – fuera del alcance del zorro humano que no hizo más
que buscar apaciguar sus deseos en una cueva fuera del alcance de los mortales
donde habían otros brazos levantados, otras caderas cadenciosas, otros ojos
entrecerrados, diferentes tambores y cuerdas
"a lidiar con los demonios y las tentaciones propias de la civilización" Nuestros propios fantasmas y demonios, somo s criaturas múltiples.
ResponderEliminar"la seguridad del brazo y un pseudo título de pertenencia.." ASí son las no-naturales relaciones q se encadenan en el tiempo. Es mejor deleitarse por eones en el embrujo primerizo, en las sensaciones que jamás se harán realidad
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