Sabía que iba a esperar, así que me lleve un libro – Budismo para
Mamás, pensé que era el apropiado. Esto de ir a sacar turno en el Hospital República
del Ecuador era como entrar en la dimensión desconocida. Desconocida no solo
porque no voy para allá, sino desconocida también pues nadie sabe cómo es que
funciona el hospital.
Las opciones médicas en mi pueblo son pocas, y para mi mal en
particular limitadas a las 07h30 a las 16h30 en el Hospital República del
Ecuador, horario en que atiende el galeno especializado en lidiar con mi
molestia. Como ignorante en el tema de servicios médicos públicos, me acerqué
con la tarjetita amarilla con mi número de historia clínica a la ventanilla
donde hace tiempos me atendió un servicial don Antonio. Hice fila – con mi
libro, y esperé a que la señora con la bebé llorando a mares alcanzara a dar
sus datos para que le ubiquen su historia clínica. Las historias clínicas se
guardan por Don Antonio y solo él sabe dónde encontrarlas. Apenas me tocó mi
turno, extendí mi tarjetita amarilla como si fuera una visa múltiple para
ingresar al Hospital. Don Antonio me miró con ¿desconcierto? ¿desazón?
¿malgenio? No alcance a poner el dedo en su expresión y muy pausadamente me
indicó que debía ir a la carpa que estaba afuera para sacar el turno.
Agradecí por la amabilidad de la explicación pausada y salí. A
como 20 metros estaba la zona de emergencia. Afuera la carpa en mención con
unos bancos en forma de C que desembocaban en una puerta de vidrio con el
letrero TRIAGE y ENTREGA DE TURNOS. No había cupo para mí en las bancas. Esperé parada entre una señora con dos niños agripados y otra señora con
claros signos de embarazo. Retomé mi libro justo en el capítulo de la paciencia
– ¿concidencia? A medida que fueron avanzando las personas en las bancas, la
mayoría mujeres con o sin niños, fui avanzando con mi libro entre preguntas del
motivo de mi dolencia, del número de hijos vivos que había tenido y la
facilidad para aprender inglés.
Cuando, tres horas más tarde yo fui la “siguiente” según la voz de
la amable enfermera, presenté la tarjetita amarilla con mi número de historia
clínica y me informaron – con una sonrisa, que ya no había turnos para mi
galeno requerido, y que haga el favor de volver a la tarde. Solo que debía
volver a hacer la fila desde cero… las 3 horas de espera (y rancla al trabajo)
no contaban. Sopesé el asunto, evalué el costo beneficio de regresar a la
tarde, analicé las consecuencias laborales y de salud de volverme a sentar otras
2.5 horas, vi cuánto de mi libro quedaba por leer… y decidí decirle a mi dolencia
que se espere hasta una próxima vez y regresé a casa con una aspirina en el
bolsillo.
love it! I think I would have chosen to go home with the aspirin too. Nice to have such a long time with The Book.
ResponderEliminarThanks Mandy... The Book is sitting permanently in my night-side table.
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