jueves, 4 de julio de 2013

Mandela, gracias…


[publicado el 4 de julio del 2013]

En 1985 y 1986 fui voluntaria activa de Amnistía Internacional. Tenía 14 años y ganas de luchar contra la injusticia. Gracias a Amnistía conocí a gente muy valiosa y ahora muy querida. Gracias a Amnistía conocí más a fondo el luchar de Nelson Mandela. Gracias a Amnistía escribí una carta mensual a PW Botha, el entonces presidente de Sudáfrica y líder del partido político que lideraba el apartheid, solicitando la libertad de Mandela. Gracias a Amnistía escribí una carta mensual al propio Mandela dándole ánimo y diciéndole que afuera de Sudáfrica habíamos gente que estábamos con él, que estábamos gestionando su justa liberación. Gracias a todo esto, pude entender lo valioso que es luchar por lo que uno cree.

Desde la época del ‘Show de Bill Cosby’, cuando una de sus ‘hijas’ se fue de misionera a África, yo deseaba irme allá. Al África negra, misteriosa y maravillosa. Me hubiera gustado ir a Kenia a ver la gran migración de ñus del Masaai Mara al Serengeti; o a Ruanda para junto con Dian Fossey estudiar gorilas; o a Tanzania para estudiar con Jane Goodall los chimpancés y ver el fabuloso Kilimanjaro. El asesinato de Dian Fossey en 1985 me hizo pensar dos veces antes de seguir ese camino.

Me provocaba ver desde adentro el continente negro; el sentirme como ‘minoría’ en un continente vasto con varios tonos de negro y café; me alucinaba la idea de tratar de entender qué pasaba en África y cómo había llegado a dónde estaba. Sudáfrica y Mandela estaban alto en la lista de prioridades. Cruzar el Atlántico y fijar rumbo por esos lares.

En 1997, me fui a vivir a Sudáfrica. Mandela era Presidente. El primer presidente negro en la historia republicana. En Sudáfrica preguntaba a quien podía, cómo fue vivir en la Sudáfrica de antes. La que Mandela luchó para que no sea permanente. Me contaron poco, mucho y nada. Pero se me quedaron ejemplos como la prueba del lápiz en el pelo. Si el lápiz se quedaba cuando se ponía en el pelo, la persona no era de raza blanca. Y ahí empezaba el degradé de colores y maltratos. En Amnistía, una vez vi un poster blanco. En el centro - un lápiz amarillo con borrador rojo. El típico. El poster decía que éste es un instrumento de tortura. Lo que nunca imaginé era ‘cómo’ éste era un instrumento de tortura.

En Ciudad del Cabo, vi Robben Island dónde Mandela rompió rocas por 18 años. Pasaba por lo menos tres veces por semana por Pollsmoor, la cárcel donde estuvo encarcelado por seis años; y estuve en la zona de Paarl donde estuvo bajo arresto domiciliario por dos años y de donde salió a la libertad en 1990. Pasaba a diario por la Casa Presidencial en Ciudad del Cabo. Hoy por hoy, todavía celebro el 27 de abril – el día de la Libertad en Sudáfrica. Las primeras elecciones democráticas no raciales dónde ganó Mandela en 1994.

Un día, mientras trabajaba de mesera en un restaurante de un centro comercial, oí que Mandela estaba cerca. No pensé en nada, con delantal y la cuenta de una mesa, salí corriendo. Ahí lo vi sonreír mientras saludaba a un guardia de seguridad. Estaba como a 10 metros. Le vi estrechar manos y sonreír. Yo sonreía. El sonreía. Todos sonreíamos. Esa era la nueva Sudáfrica. 

(foto: Denis Farrell/AP)


Ahora me entristece que el nombre Mandela haga titulares en los medios de prensa mundiales. Primero por su grave estado de salud. Está conectado a máquinas, y su vida depende de ellas. Pero más titulares hay por el protagonismo de quiénes usan su apellido como trofeo. Hablan ex esposas, nietos políticos, hijos ilegítimos, hijas legítimas, ex compañeros de ideología y cárcel, presidentes y políticos que usan el nombre de Mandela como estandarte para figurar. Y figuran.

Mi esposo es sudafricano, mis hijos son (sud)afro-ecuatorianos y yo soy sudafricana de corazón. El presupuesto familiar incluye un rubro para visitar ese maravilloso país cada vez que la alcancía se llena. Un país reconstruido por Mandela y la voluntad de los sudafricanos. Una SuidAfrika de varios colores, olores y sabores. 

Buen viento y buena mar Mandela para cuando levantes anclas… Así como escribí para tu liberación en la década de 1980, ahora te escribo para decirte que gracias a ti, soy una mejor persona…

[Publicado con modificaciones en el Diario El Tiempo el 7 de diciembre  del 2013 bajo http://www.eltiempo.com.ec/noticias-cuenca/133818-gracias-mandela/ a raíz de la muerte de Nelson Mandela el 5 de diciembre del 2013. El texto de mi autoría en la versión digital de El Tiempo es hasta "La tristeza de toma las calles de Sudáfrica"]