domingo, 17 de mayo de 2015

once upon a time

Once upon a time there was you
And now there is no you…


Photo: Veronica Toral-Granda
but
I can still remember
all the craziness
the laughs
the cheerful conversations
and
the serious ones too

the drives around Cape Town
your warm smile
the sparkle in your green eyes
in the afternoon sun

the wine
and
the bread
and
the music

the Vogelgat
and
the Kalahari
the coffees
and
the teas
the camping
and
the Old Brown Sherry

the oystercatchers

so, there is still you
in all those fond memories
in all those laughs archived in time
in all the times I think of you

my life is definitely better because you are still in it

miss you my friend, always

[related entries: Do you remember, Doug? and  a birthday on social media]

miércoles, 13 de mayo de 2015

de ocio

Fuente: alguna red social
Quienquiera pensaría que escribir es fácil. Al fin y al cabo es una de las primeras cosas que aprendemos en la escuela y que – junto con las cuatro operaciones básicas de matemáticas – las usamos hasta el fin de nuestros días. Pero no, no es tan fácil. Hay veces que bloqueos tecnológicos, mentales o espirituales hacen que terminemos escribiendo sobre lo difícil que es escribir.

Tampoco ayuda en estos bloqueos que ya no tengamos tiempo de ocio. Es decir tiempos para dejar volar la imaginación. Para crear historias. Para soñar sueños. Estamos permanentemente conectados  a algo. Tenemos sonidos que nos alertan. Lucesitas que nos recuerdan que hay algo pendiente. Un correo electrónico. Un comentario en las redes sociales. Una nueva canción en la lista de música. El link que nos compartieron sobre las últimas tendencias de moda en Hollywood. En fin, algo que nos mantiene ocupados. Mal-ocupados, en muchas ocasiones.

Ahora es común tener el internet más rápido. Pagar mucho por una mejor conectividad móvil. Tener televisiones en restaurantes. Prohibir hablar en buses y trenes. Poner WiFi en buses y trenes. Desktops, laptops, tablets, celulares inteligentes y no tan inteligentes. Redes sociales. Nuestro cerebro está siempre ocupado con ideas pre-digeridas que nos dejan pocas opciones más allá que compartir en la red social de preferencia.

Fuente: alguna red social
En aquellos breves momentos en que no estamos haciendo algo, siempre aparecen ideas. Historias. Sueños. Pero el sonidito ese, la lucesita aquella, circuitan el lado derecho del cerebro y nos quedamos con ideas, historias y sueños a medio vuelo. Se nos marchita la pasión, la creatividad, el deseo de hacer algo más que depender de esa lucesita, de ese sonidito. De esa maquinaria diseñada para alimentarnos permanentemente– en la mayoría de los casos – de cosas innecesarias. De hacernos vagos de imaginación. De cortar las alas de la creatividad.

En ocasiones esta sobre saturación de información nos disminuye el criterio y nos hace pensar igual a los demás. Resta la riqueza de la diferencia. Del pensamiento opuesto. De buscar en nuestro interior una posición sustentada en la lógica y en el conocimiento. Nos quita la formulación de nuevos postulados o de crecer interiormente sobre la base de esta diferencia. 

No se requiere mucho volver a escribir creativamente. Creo. Siempre hay muchos estímulos ajenos a la tecnología que facilitan la creación de cosas. Tengo muchas medias-ideas. Sólo me falta madurarlas y sacarlas a la luz. Tengo que dejar de depender de la tecnología. De sus lucesitas y soniditos. Espero que mi próxima pieza sea sobre algo más coherente y no solo el hecho que se me ha hecho bastante difícil escribir.