Para Fabi - quién me dio
la idea…
Ahí viene, pero – para variar – está ocupada. No me ve. Me
ignora. Me evita. Y yo me muero por ella.
Me muero porque me toque, me acaricie y me huela. Pero ella,
impasible deja el bolso gigante cerca de la lámpara, y la prende. Sigue sin
verme. Y yo sigo muriéndome por ella. Me cuesta pensar que no se me acerca; pensé
que teníamos algo, que habíamos hecho conexión. Supongo que no. Pensé que en esos
breves momentos íntimos, le había gustado – porque – ella sí que me gustó.
Me gustó su olor elegante y sobrio, su pelo ensortijado y
enredado color miel quemada, la piel de sus manos y el anillo de ámbar en el
dedo medio. Me gustó su ropa casual de buen gusto. Me gustó la simpleza de su
maquillaje y la liga de pelo en la muñeca izquierda, lista para amainar las
olas de su pelo ensortijado ante el arrebato del calor. Me gustó, mucho…
Veo su deambular por la habitación. Huelo el aroma que despide a cada paso. Siento la cadencia de sus movimientos. Escucho su respiración agotada luego del día de trabajo. Saboreo los momentos compartidos. Pero
ella no me ve, no me huele, no me siente, no me escucha ni me saborea.
Por fin viene hacia mí. Tiene la mirada dulce pero perdida
en el tiempo y en el espacio. Poco después siento que me busca y al divisarme
sobre el sofá, sonríe. Me sonríe. El mundo gira nuevamente para mí. Estoy en
las nubes. Si, le gusto y hubo conexión.
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