martes, 16 de abril de 2013

Surviving the lack of bookstores



There are no bookstores where I live. The nearest one is about 1000 km. I live in an island. Here, I find lots of natural history books, field guides, or the few-and-far between natural history children’s book. You get the picture.

Whenever I go out - into civilization, I must stop in a book store. 

I go in and a take big breath. To get that smell of book in high quantities, so it will last. I survey the area and the heights of the bookshelves. I go and check the new bestsellers; what is new in the kid’s department; browse through the travel section to learn about some distant place that I would love to go; pass by the stationary and notebook section where I dream of all the thousands of words I will eventually write on soft pages and leather bound notebooks . I dream I live of my writing.

I cherish the vast array of magazines. And read the last page of ‘that’ well-known one. I go back and check the new editions of well-loved books. I breath books. I test the knowledge of the bookstore attendants. They win testing mine. I remember good friends and their book suggestions. I dream of owning (or even working in) one.

I compare the different stores with what one has to offer against the other. Their taste on design and practicality. The carpet vs. the floor. The accessibility of books. I envy the woman sitting in a comfy arm chair mesmerized in a book. I wish I could be her. I applaud the parents with small children in the kid’s book section. I wish I had mine with me then.

I miss a bookstore. Even a tiny wee one would do. I envy you meeting new ones.*


*Written as a comment to "Saying Hello to a New Bookstore" in http://bookriot.com/2013/04/16/saying-hello-to-a-new-bookstore/


jueves, 28 de marzo de 2013

SuidAfrika



  
es desorden ordenado; es primer mundo – y segundo, tercero y cuarto. es (parte) India, Inglaterra, Holanda, Malasia y naciones Khoi, Zulu, Xhosa, Ndebele. es Afrika, es el mundo en el bolsillo. es civilización y necesidad. es desde el negro al blanco; es café expresso, café con leche, chocolate, helado de vainilla, aceite de oliva quemado, amarillo, negro azulado. es pelo lacio, ensortijado, zambo y afro. es muti y cristianismo. es Buddha y Allah. es Mandela

es montañas escarpadas al borde de la vastedad del océano. es Atlántico; es Índico. es corales y pingüinos. es bosque tropical, cumbres nevadas y fynbos. es civilización y necesidad. es respeto  y solidaridad. es antagonía y anarquía. es calidez, sonrisas y amabilidad. es enojo, resentimiento y miedo. es paz. es guerra. es guerrilla social. es corrupción, es honestidad. es generosidad, reciprocidad. es alambre de gilletes y barras en las ventanas, puertas y portones

es curry, papas hervidas, cardamomo, arenques en mostaza, pescado seco (o ‘bokkoms’) y carne seca (o ‘biltong’) de avestruz, jabalí e impala. es vino tinto, vino blanco, vino dulce, vino espumante y vino fortificado. es cerveza artesanal y comercial. es huecas y restaurantes Michelin. es gourmet, es casero. es McDonalds, KFC, Nando's y Spur

es viñedos, es campos de maíz, es planicies eternas, es montañas que parecen hipos en la vastedad del paisaje. es bahías, penínsulas, cabos y montañas. es amontonamiento y espacio. es conglomeración y apertura. es elefantes, zebras, rinocerontes y perros salvajes. es hamsters, siameses y rhodesian ridgebacks. es cricket, futbol, rugby y croquet

es atardeceres purpuras, verdes y azules, y amaneceres lilas, rosados y grises.  es cielo celeste y vientos cálidos del norte. es sol calcinante y vientos helados del sur. es casas de tejas, de restios y de lata; casas de origen africano, holandes, ingles.

es necesario verla uno mismo para entenderla y terminar enamorada de ella

es Sudáfrica…

lunes, 18 de febrero de 2013

Honorable vocal

    
Hace como dos meses me llegó el anuncio que había sido aleatoriamente escogida para servir como tercer vocal principal en mesa electoral. Y en vista que no tenía los $40 para la multa o el ánimo de pasar el trámite, me resigné y acudí a la JRV (Junta Receptora del Voto) #13 en la Galo Plaza.

Empecé mal. El despertador no sonó a las 06:00 am como esperaba (sonó a las 06:00 pm!) y a duras penas alcancé a vestirme y tomar una taza de té tibio con bastante azúcar y leche… y salí de urgencia a buscar taxi… tenía que estar a las 06h30 y ya eran las 06h36! Llegué a mi JRV y luego de solventar la falta de mi ‘nombramiento’ ingresé al recinto electoral por entre medio de unas 100 personas que esperaban afuera. Mis compañeras de jornada eran dos profesoras del Ministerio y una bióloga marina joven con otitis. Las profes ejercían como Presidenta y Secretaria, las dos biólogas – la joven y yo, éramos la mano de obra. Entre todas contamos los materiales: 300 papeletas para cada una de las cuatro dignidades, certificados de votación, certificados de presentación, cuatro esferos, almohadilla, sello, fundas, etc. Mi presidenta me dio la respetable tarea de entregar las papeletas electorales.

A las 07h00 sonó una campana y se abrieron las puertas. Y entraron hombres, mujeres, niños y perros. Un río de gente que se apuraba empujando para ir a esperar. La carrera era para pedir el ‘papelito’ o certificado de presentación. Doctoras apuradas, madres con cuatro niños soñolientos, marineros francos del barco de turismo, gente de aerolíneas camino a Baltra. Apuro, impaciencia, zozobra y, después, silencio.

Entre las cuatro de la JRV nos acompañamos. Todas cumplimos a cabalidad las tareas. La presidenta firmaba las papeletas, la secretaria revisaba el padrón para empadronados, la bióloga con otitis buscaba los certificados y yo entregaba las papeletas. Precisión al minuto, casi como reloj suizo. Pero había momentos que me sentía como mesera en esos restaurantes dónde no hay comensales. Afuera hay mucha gente, todos buscan dónde ir, pero todos van al restaurante de al lado. Para medio día habíamos atendido a 97 ‘comensales’ y temíamos a las 16h45, dónde todas las atrasadas llegarían de una y el reloj suizo se acordaba que era ecuatoriano y dejaba de marchar con precisión.  

A las 17h00 en punto sonó el campanazo dando fin a la jornada electoral. Atendimos 229 votantes. Y empezó el proceso del conteo. La apertura de las urnas y la separación por candidato, por voto en plancha, por voto unipersonal, por votos nulos y por votos blancos.  Todas cumplimos a cabalidad las tareas post sufragio. La bióloga con otitis cantaba los nombres de las papeletas, la presidenta y yo apuntábamos en las hojas de borrador lo que cantaba la bióloga con otitis, la secretaria pasaba a limpio lo que apuntábamos en las hojas borrador lo que cantaba la bióloga con otitis. A las 21h45 la bióloga con otitis ya estaba más sorda y se fue al hospital, quedando solo las tres para continuar con el proceso. Para las 23h30 por fin pusimos los resultados en las fundas, que luego iban en otras fundas, para luego ponerlas en otras fundas que iban en un cartón que se llevó el oficial de la Marina que nos acompañó en firme todo el día. En medio del conteo llegó el representante del ‘conteo rápido’ y nos interrumpió para pedir que le demos unos datos, y nos tocó contar de nuevo. 

Por el ‘honor’ de haber ayudado con el proceso electoral de 17 horas nos pagaron $20. De ahí nos pagamos el agua para el calor, los chicles para el aburrimiento y el almuerzo para el hambre. Ya no alcanzó para la cena. Pero eso sí, la satisfacción del deber cumplido… cierto?

[publicado con modificaciones en Diario El Tiempo de Cuenca el 17 de marzo del 2014 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8603-honorable-vocal/]

miércoles, 13 de febrero de 2013

hostias y tangos



 Hay cosas que solo de  pensar, me hacen sonreír. Para los ajenos que me piden explicaciones, cualquier cosa que digo es inentendible, incomprensible, ilógico. Para mí y los míos, no hacen falta explicaciones…

La primera. 

Las hostias. Las hostias naturales. Las hostias naturales blancas. Saben a nada, huelen a nada y las que me gustan, son blancas. ¿Puede haber algo más incoloro, inodoro e insípido aparte del agua? Puede que sí, pero este “algo” es mi favorito. 

No hay momentos específicos o apropiados para disfrutarlas, solo unas ganas locas de comérmelas. Tengo unas cuantas en un repostero bajo mi cama – al resguardo de cualquier otro goloso; y cuando me hace falta algo de ‘confort’, saco un paquete y me lo como. En silencio - con bocados grandes; con bocaditos chiquitos; de a poquito o de una; las hago un sánduche con hostia blanca al centro, y hostias blancas afuera, y me como. Cerrando los ojos, sintiendo como se deshacen o se pegan en el paladar. Y el gozo es impresionante.

Muchas veces, a plena luz del día, voy a mi cuarto, cierro la puerta como si fuera a hacer algo prohibido y abro un paquete. A veces espero a que todos estén dormidos y me voy al mesón de la cocina y abro un paquete. Otras veces, que estoy en ánimos de compartir, me siento en la sala y abro un paquete. En el día, disfruto buscando las que están un poquito más tostadas, generalmente van al centro del paquete; y viendo el árbol del frente me deleito con su sinsabor. En la noche, con la oscuridad encima, disfruto el crujiente sonido, su impermanencia en la boca y en los sentidos; y disfruto cada sonido, cada momento.

Las hostias me traen recuerdos. Recuerdos gratos y felices. Me traen sonrisas. Como cuándo nos escapábamos con la Coky a la tienda cerca de María Auxiliadora para comprar un sucre de hostias, y rogar que la Ceci no se haya dado cuenta de la escapada; o el regalo del abuelo Luco para comprarlas al frente, donde las Agripinas con el sonido de su voz carrasposa que decía “tome muchacha”; o las hostias grandes redondas, doradas y dulces de la Madre Carlota del Colegio. 

La segunda. 

Dos galletas marías con crema de vainilla y cubiertas de chocolate (negro - en ese entonces, el saber de chocolates no era ‘in’, simplemente era chocolate más amargo que el resto). Los Tangos. Pero los grandes, los de siempre; no los chicos que saben a todo menos a Tango. Abrirlos y saborear cada trozo, lamer la envoltura cuando se ha desleído por el calor; o comerse arrastrándolo con los dientes desde la misma envoltura porque está tan roto. 

Un Tango me hacer acuerdo del colegio, de las travesuras, de las monjas que no sabían qué hacerse conmigo, de la Pachi Contreras que siempre comía un Tango en el recreo. De las bolsas de sorpresas y las ollas encantadas. De la Tía July. De las locuras y de los pases a los novios de turno.

Es fácil unir los recuerdos felices a los sabores, y hoy por hoy, entre hostias y tangos recuerdo risas, sonrisas y camaraderías.

martes, 18 de diciembre de 2012

Hablando de regalos...



El año pasado – por estas épocas del año, por cosas de trabajo me tocó organizar la visita de un grupo muy importante (léase financieramente muy importante). Les ayude con reservas (de avión, hotel, carros, alimentación – con alergia incluida), con logística general y apoyo cuando el ‘Mister’ levantaba la mano. En realidad, fui una attaché-dama de compañía eficiente y eficaz.

Al segundo día, el Míster me dijo que me tenían un regalo de agradecimiento. Agradecí sonreída y mi imaginación empezó a volar. Empecé a imaginarme qué era lo que me habían traído. Al ser una persona bastante adinerada (¡por no decir millonaria!) toda mi imaginación se centró en cosas materiales. Cosas caras. Cosas de moda. Cosas tecnológicas. En ese entonces, estaba en auge el iPad o recién había salido el Kindle Fire de Amazon; o una Samsung Galaxy; o un reloj; o una cámara de fotos; o un… Para el desayuno ya mi cerebro había pasado por Cartier, Gucci y Apple. Para medio día, me bajé de la nube y supuse que era un iPod nano. 

En la noche del tercer día, el Míster y su esposa se me acercaron con una sonrisa cálida y fraterna – y un paquete chiquito. Un cubo verde sin pompón rojo ni papel de regalo. Me lo entregaron a la vez que el Míster me explicaba que le gustaban mucho los pinos Frasier (‘Frasier Fir’) y que era su olor favorito en esta época y el resto del año. Que esta vela con esencia de pino Frasier era su regalo para mí. Su esposa me contaba que su casa en esta época olía toda a pino Frasier y como sus nietos se regocijaban abriendo los regalos con ese olor y el sonido de los villancicos. El Míster me contó más del pino Frasier mientras yo trataba de abrir el cubo verde sin pompón rojo ni papel de regalo. Cuando lo saqué, todo mí alrededor se llenó del olor de navidad. O del olor de cuando caminaba por los bosques septentrionales al inicio del invierno, cuando los pinos están produciendo a toda máquina sus aceites esenciales para evitar congelarse en temperaturas de -50°F. Era un olor cálido, de buenos recuerdos y de chocolate caliente.

El Míster, con toda su capacidad económica me trajo de regalo un olor. Algo que para el significaba mucho y que él mismo lo escogió. Algo que para el significaba lo conocido, lo querido, lo añorable. No un Cartier, Gucci o iPad que lo hubiera comprado el asistente de su asistente a última hora. Me trajo algo intangible. 

Me imagino que le gusta mucho el olor del pino Frasier, que este año me trajo otra vela igualita.

[publicado con modificaciones en el Tiempo de Cuenca el 1 de enero 2014 http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8207-hablando-de-regalos/]