miércoles, 28 de noviembre de 2012

En espera



Sabía que iba a esperar, así que me lleve un libro – Budismo para Mamás, pensé que era el apropiado. Esto de ir a sacar turno en el Hospital República del Ecuador era como entrar en la dimensión desconocida. Desconocida no solo porque no voy para allá, sino desconocida también pues nadie sabe cómo es que funciona el hospital. 

Las opciones médicas en mi pueblo son pocas, y para mi mal en particular limitadas a las 07h30 a las 16h30 en el Hospital República del Ecuador, horario en que atiende el galeno especializado en lidiar con mi molestia. Como ignorante en el tema de servicios médicos públicos, me acerqué con la tarjetita amarilla con mi número de historia clínica a la ventanilla donde hace tiempos me atendió un servicial don Antonio. Hice fila – con mi libro, y esperé a que la señora con la bebé llorando a mares alcanzara a dar sus datos para que le ubiquen su historia clínica. Las historias clínicas se guardan por Don Antonio y solo él sabe dónde encontrarlas. Apenas me tocó mi turno, extendí mi tarjetita amarilla como si fuera una visa múltiple para ingresar al Hospital. Don Antonio me miró con ¿desconcierto? ¿desazón? ¿malgenio? No alcance a poner el dedo en su expresión y muy pausadamente me indicó que debía ir a la carpa que estaba afuera para sacar el turno. 

Agradecí por la amabilidad de la explicación pausada y salí. A como 20 metros estaba la zona de emergencia. Afuera la carpa en mención con unos bancos en forma de C que desembocaban en una puerta de vidrio con el letrero TRIAGE y ENTREGA DE TURNOS. No había cupo para mí en las bancas. Esperé parada entre una señora con dos niños agripados y otra señora con claros signos de embarazo. Retomé mi libro justo en el capítulo de la paciencia – ¿concidencia? A medida que fueron avanzando las personas en las bancas, la mayoría mujeres con o sin niños, fui avanzando con mi libro entre preguntas del motivo de mi dolencia, del número de hijos vivos que había tenido y la facilidad para aprender inglés.

Cuando, tres horas más tarde yo fui la “siguiente” según la voz de la amable enfermera, presenté la tarjetita amarilla con mi número de historia clínica y me informaron – con una sonrisa, que ya no había turnos para mi galeno requerido, y que haga el favor de volver a la tarde. Solo que debía volver a hacer la fila desde cero… las 3 horas de espera (y rancla al trabajo) no contaban. Sopesé el asunto, evalué el costo beneficio de regresar a la tarde, analicé las consecuencias laborales y de salud de volverme a sentar otras 2.5 horas, vi cuánto de mi libro quedaba por leer… y decidí decirle a mi dolencia que se espere hasta una próxima vez y regresé a casa con una aspirina en el bolsillo.

2 comentarios:

  1. love it! I think I would have chosen to go home with the aspirin too. Nice to have such a long time with The Book.

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    1. Thanks Mandy... The Book is sitting permanently in my night-side table.

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