lunes, 27 de mayo de 2013

el pecado



La última vez que me confesé fue para mi matrimonio eclesiástico. De esto ya casi 14 años. Para entonces ya llevaba unos buenos 10 años sin acudir al “Ave María Purísima, sin pecado concebida”. Luego de arrodillarme en el confesionario, y decir la letanía requerida – me quedé en blanco. No me acordaba qué era un pecado. O lo que es peor, no podía clasificar mí accionar en pecaminoso o no pecaminoso. 

Hurgué mi memoria y hallé el catecismo escolar. Ese catecismo que nos hicieron repetir las monjas del colegio y que debíamos sabernos de memoria so pena de caer en pecado. Junto con el recuerdo del catecismo, también me vinieron los recuerdos del miedo de caer en pecado mortal a mis 9 años. Y encima de eso no poder hacer la primera comunión. 

El pánico de ir derechito al infierno por la pereza, esa que no me dejó levantarme a tiempo y perdí el bus a la escuela. O la gula al haberme comido también la olla encantada de mi hermanita que todavía no tenía dientes y le tocó una mejor que la mía. O la soberbia de desear con todo mi corazón ganar como ‘Niña Deportes’ cuando fui madrina del grado de mi hermano. O la envidia de ver a mis amigas que tenían la colección de casitas de Fisher Price y desear tenerlas también. Todo eso era pecado con rabo, no por algo estaban catalogados como los Siete Pecados Capitales (si, con mayúscula). 

Pero el catecismo no nos hablaba del pecado de la falta de caridad – al hablar mal de la niña con los piojos en la cabeza que el siguiente año ya no volvió al colegio católico. Ni tampoco del pecado de mirar con desdén y arrogancia a quién pedía limosna luego de la misa dominical. O de la importancia de tratar con respeto al humilde hombre que por ser albino y sin casa se hacía de nuestros insultos y risas sarcásticas. 

Lo cierto es que – para mí, el pecado es subjetivo y ligado al imaginario de la religión. En esa última confesión, mis pecados confesos fueron inventados o exagerados. La mayoría fueron tildados como tal por la mirada inquisidora del sacerdote en el confesionario. No me considero libre de ‘pecado’ – y por eso trato de no lanzar la primera piedra, pero si me considero un buen ser humano. Uno que entiende que la caridad es hacer algo bueno, sin esperar la ovación de nadie; o uno que no se persigna en cada iglesia pero si da una sonrisa al humilde y al desposeído; o uno que trata de compartir de lo que tiene, no de lo que le sobra. 

Mis hijos no conocen al pecado. Ellos conocen de buen accionar o mal accionar. Y estos accionares tienen sus consecuencias – buenas  o malas, en esta tierra y en este espacio. No vivimos pensando en el ‘infierno’ de Dante, más bien tratamos de construir un ‘paraíso’ propio, terrenal y asequible en el aquí y el ahora.

viernes, 17 de mayo de 2013

cerebralmente



Hoy me fui al spa por primera vez en el año. Me hacía falta y me lo merecía. Decidí – cerebralmente, que me iba a desconectar.

Llegué y cerebralmente decidí poner mi BB en la alacena. Ahí lejos. Decidí cerebralmente cambiarme a la bata del spa y relajarme. Me acosté. Cerebralmente decidí que necesitaba desconectarme del BB  - para evitar estresarme con llamadas, whatsAPPeadas, SMSeadas, PINeadas o emails. 

Dos minutos luego, cerebralmente decidí que era mejor apagar el BB. Me levanté con la bata del spa. Tenía que desconectarme. Necesitaba desconectarme, estar fuera de todo y desestresarme. Cerebralmente apagué el BB y volví a acostarme con mi bata del spa.

Mi BB en la alacena. El BB apagado allá lejos. El BB fuera del alcance de mi mano.

Cerebralmente tome la decisión de acostarme y relajarme. Yo y mi bata del spa.

Y empezó el cerebro – cerebralmente, a ponerme las posibles opciones de lo que podía pasar y yo con el BB apagado y fuera del alcance de mi mano.

¿Y si me llaman de la escuela?
¿Y si me llama Tom con algo?
¿Y si la Gracie por fin confirmó del viaje a Isabela?
¿Y si…?
¿y…?

Cerebralmente decidí levantarme con la bata del spa. Me fui a la alacena y tomé el BB. Cerebralmente lo prendí y me lo llevé a mi lado. Al alcance de mi mano. Y me desestresé.

Nadie me llamó, me whatsAPPeó, me PINeó, me SMSeó, me EMAILeó.

Pero me desestresé y disfruté de mi spa y mi bata.

martes, 16 de abril de 2013

Surviving the lack of bookstores



There are no bookstores where I live. The nearest one is about 1000 km. I live in an island. Here, I find lots of natural history books, field guides, or the few-and-far between natural history children’s book. You get the picture.

Whenever I go out - into civilization, I must stop in a book store. 

I go in and a take big breath. To get that smell of book in high quantities, so it will last. I survey the area and the heights of the bookshelves. I go and check the new bestsellers; what is new in the kid’s department; browse through the travel section to learn about some distant place that I would love to go; pass by the stationary and notebook section where I dream of all the thousands of words I will eventually write on soft pages and leather bound notebooks . I dream I live of my writing.

I cherish the vast array of magazines. And read the last page of ‘that’ well-known one. I go back and check the new editions of well-loved books. I breath books. I test the knowledge of the bookstore attendants. They win testing mine. I remember good friends and their book suggestions. I dream of owning (or even working in) one.

I compare the different stores with what one has to offer against the other. Their taste on design and practicality. The carpet vs. the floor. The accessibility of books. I envy the woman sitting in a comfy arm chair mesmerized in a book. I wish I could be her. I applaud the parents with small children in the kid’s book section. I wish I had mine with me then.

I miss a bookstore. Even a tiny wee one would do. I envy you meeting new ones.*


*Written as a comment to "Saying Hello to a New Bookstore" in http://bookriot.com/2013/04/16/saying-hello-to-a-new-bookstore/


jueves, 28 de marzo de 2013

SuidAfrika



  
es desorden ordenado; es primer mundo – y segundo, tercero y cuarto. es (parte) India, Inglaterra, Holanda, Malasia y naciones Khoi, Zulu, Xhosa, Ndebele. es Afrika, es el mundo en el bolsillo. es civilización y necesidad. es desde el negro al blanco; es café expresso, café con leche, chocolate, helado de vainilla, aceite de oliva quemado, amarillo, negro azulado. es pelo lacio, ensortijado, zambo y afro. es muti y cristianismo. es Buddha y Allah. es Mandela

es montañas escarpadas al borde de la vastedad del océano. es Atlántico; es Índico. es corales y pingüinos. es bosque tropical, cumbres nevadas y fynbos. es civilización y necesidad. es respeto  y solidaridad. es antagonía y anarquía. es calidez, sonrisas y amabilidad. es enojo, resentimiento y miedo. es paz. es guerra. es guerrilla social. es corrupción, es honestidad. es generosidad, reciprocidad. es alambre de gilletes y barras en las ventanas, puertas y portones

es curry, papas hervidas, cardamomo, arenques en mostaza, pescado seco (o ‘bokkoms’) y carne seca (o ‘biltong’) de avestruz, jabalí e impala. es vino tinto, vino blanco, vino dulce, vino espumante y vino fortificado. es cerveza artesanal y comercial. es huecas y restaurantes Michelin. es gourmet, es casero. es McDonalds, KFC, Nando's y Spur

es viñedos, es campos de maíz, es planicies eternas, es montañas que parecen hipos en la vastedad del paisaje. es bahías, penínsulas, cabos y montañas. es amontonamiento y espacio. es conglomeración y apertura. es elefantes, zebras, rinocerontes y perros salvajes. es hamsters, siameses y rhodesian ridgebacks. es cricket, futbol, rugby y croquet

es atardeceres purpuras, verdes y azules, y amaneceres lilas, rosados y grises.  es cielo celeste y vientos cálidos del norte. es sol calcinante y vientos helados del sur. es casas de tejas, de restios y de lata; casas de origen africano, holandes, ingles.

es necesario verla uno mismo para entenderla y terminar enamorada de ella

es Sudáfrica…

lunes, 18 de febrero de 2013

Honorable vocal

    
Hace como dos meses me llegó el anuncio que había sido aleatoriamente escogida para servir como tercer vocal principal en mesa electoral. Y en vista que no tenía los $40 para la multa o el ánimo de pasar el trámite, me resigné y acudí a la JRV (Junta Receptora del Voto) #13 en la Galo Plaza.

Empecé mal. El despertador no sonó a las 06:00 am como esperaba (sonó a las 06:00 pm!) y a duras penas alcancé a vestirme y tomar una taza de té tibio con bastante azúcar y leche… y salí de urgencia a buscar taxi… tenía que estar a las 06h30 y ya eran las 06h36! Llegué a mi JRV y luego de solventar la falta de mi ‘nombramiento’ ingresé al recinto electoral por entre medio de unas 100 personas que esperaban afuera. Mis compañeras de jornada eran dos profesoras del Ministerio y una bióloga marina joven con otitis. Las profes ejercían como Presidenta y Secretaria, las dos biólogas – la joven y yo, éramos la mano de obra. Entre todas contamos los materiales: 300 papeletas para cada una de las cuatro dignidades, certificados de votación, certificados de presentación, cuatro esferos, almohadilla, sello, fundas, etc. Mi presidenta me dio la respetable tarea de entregar las papeletas electorales.

A las 07h00 sonó una campana y se abrieron las puertas. Y entraron hombres, mujeres, niños y perros. Un río de gente que se apuraba empujando para ir a esperar. La carrera era para pedir el ‘papelito’ o certificado de presentación. Doctoras apuradas, madres con cuatro niños soñolientos, marineros francos del barco de turismo, gente de aerolíneas camino a Baltra. Apuro, impaciencia, zozobra y, después, silencio.

Entre las cuatro de la JRV nos acompañamos. Todas cumplimos a cabalidad las tareas. La presidenta firmaba las papeletas, la secretaria revisaba el padrón para empadronados, la bióloga con otitis buscaba los certificados y yo entregaba las papeletas. Precisión al minuto, casi como reloj suizo. Pero había momentos que me sentía como mesera en esos restaurantes dónde no hay comensales. Afuera hay mucha gente, todos buscan dónde ir, pero todos van al restaurante de al lado. Para medio día habíamos atendido a 97 ‘comensales’ y temíamos a las 16h45, dónde todas las atrasadas llegarían de una y el reloj suizo se acordaba que era ecuatoriano y dejaba de marchar con precisión.  

A las 17h00 en punto sonó el campanazo dando fin a la jornada electoral. Atendimos 229 votantes. Y empezó el proceso del conteo. La apertura de las urnas y la separación por candidato, por voto en plancha, por voto unipersonal, por votos nulos y por votos blancos.  Todas cumplimos a cabalidad las tareas post sufragio. La bióloga con otitis cantaba los nombres de las papeletas, la presidenta y yo apuntábamos en las hojas de borrador lo que cantaba la bióloga con otitis, la secretaria pasaba a limpio lo que apuntábamos en las hojas borrador lo que cantaba la bióloga con otitis. A las 21h45 la bióloga con otitis ya estaba más sorda y se fue al hospital, quedando solo las tres para continuar con el proceso. Para las 23h30 por fin pusimos los resultados en las fundas, que luego iban en otras fundas, para luego ponerlas en otras fundas que iban en un cartón que se llevó el oficial de la Marina que nos acompañó en firme todo el día. En medio del conteo llegó el representante del ‘conteo rápido’ y nos interrumpió para pedir que le demos unos datos, y nos tocó contar de nuevo. 

Por el ‘honor’ de haber ayudado con el proceso electoral de 17 horas nos pagaron $20. De ahí nos pagamos el agua para el calor, los chicles para el aburrimiento y el almuerzo para el hambre. Ya no alcanzó para la cena. Pero eso sí, la satisfacción del deber cumplido… cierto?

[publicado con modificaciones en Diario El Tiempo de Cuenca el 17 de marzo del 2014 - http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8603-honorable-vocal/]