Hoy viajé a Quito. La primera vez en mucho tiempo. La
primera vez en que lo único que quería era sentarme y ver el paisaje por la
ventana del avión. En los 150° de visión desde mi ventana aérea, se vieron
montañas y los planos costeros. Mi ánimo
era ese, el contemplativo.
Hoy es la primera vez que veo el callejón interandino
comprendido entre Cuenca y Quito en su totalidad. Vi montañas escarpadas y
otras redondas. Vi serpientes de concreto y asfalto ondulantes. Esas que nos
unen en abrazos, prosperidad, desarrollo y progreso. Vi casas, construcciones,
carros y – con algo de imaginación – personas. Humanitos, como dice mi hijo
Theo.
Vi montañas secas y con sed, de color café. Otras de color
plomo. El plomo que nos ponemos cuando estamos tristes. Vi remanentes de bosque
nativo y chaparro que se escondían en encañadas. Vi ríos ondulantes llevadores
de vida. Vi parches verdes rodeados de tierra suelta. Como refugiados de guerra
en un ambiente hostil. Vi parches de verde colorido, de amarillo colorido. De
café sin color.
Vi lagunas rodeadas del verdor propio que da el agua – la
fuente de vida. Las vi huérfanas. Solas luchando contra un desierto que avanza
a pasos agigantados. Vi parches de vegetación protegidos por árboles. Como
peones en enroque. Protegiendo al rey del jaque.
Vi el majestuoso Chimborazo sin su túnica blanca. Estaba con
calor. Solo tenía nieve en la cima y en el flanco oriental. Se veían las
laderas aluviales con surcos, grietas y encañadas plomas. Del plomo
triste. Le vi triste. Me vi – a mi misma
– triste. También vi a los Illinizas con un piti de nieve en la punta más
puntuda del uno, que soportaba la mirada envidiosa del otro que no tenía nada.
[Foto del Chimborazo el 28 de noviembre 2013, Verónica Toral]
[Foto del Chimborazo el 28 de noviembre 2013, Verónica Toral]
Vi invernaderos rectangulares, como la columna vertebral de
la producción, armónicos entre sí. Que representan, en su mayoría, jaulas de
vegetación foránea. Vi canteras amarillas flanqueadas por quebradas escarpadas
y humanitos en franco movimiento.
Hoy es la primera vez que veo a mi país de sur a norte – casi completo. Es la primera vez que lo veo y me siento triste. Triste por el avance humano y su ola cambiante. Ese progreso que nos está quitando el mismo sustento del desarrollo. Es un círculo vicioso.
Triste porque mi vecino de asiento no se inmutó cuando le
mostré el majestuoso Chimborazo agonizante, o los Illinizas moribundos, o las
nubes de polvo entre medio. Triste porque ni bien aterrizamos en Quito, todos
prendimos el celular y nos paramos apretados a esperar que nos abran la puerta
a lo cotidiano. El Chimborazo acalorado no nos hizo mella.
¿Qué pasará con nuestro Escudo Nacional si el majestuoso
Chimborazo ya no es tal?
[publicado el 6 de diciembre del 2013 en el Diario El Tiempo de Cuenca http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8075-viendo-volando/]
[publicado el 6 de diciembre del 2013 en el Diario El Tiempo de Cuenca http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8075-viendo-volando/]
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