lunes, 2 de diciembre de 2013

viendo volando

Hoy viajé a Quito. La primera vez en mucho tiempo. La primera vez en que lo único que quería era sentarme y ver el paisaje por la ventana del avión. En los 150° de visión desde mi ventana aérea, se vieron montañas y los planos costeros.  Mi ánimo era ese, el contemplativo.

Hoy es la primera vez que veo el callejón interandino comprendido entre Cuenca y Quito en su totalidad. Vi montañas escarpadas y otras redondas. Vi serpientes de concreto y asfalto ondulantes. Esas que nos unen en abrazos, prosperidad, desarrollo y progreso. Vi casas, construcciones, carros y – con algo de imaginación – personas. Humanitos, como dice mi hijo Theo.

Vi montañas secas y con sed, de color café. Otras de color plomo. El plomo que nos ponemos cuando estamos tristes. Vi remanentes de bosque nativo y chaparro que se escondían en encañadas. Vi ríos ondulantes llevadores de vida. Vi parches verdes rodeados de tierra suelta. Como refugiados de guerra en un ambiente hostil. Vi parches de verde colorido, de amarillo colorido. De café sin color.

Vi lagunas rodeadas del verdor propio que da el agua – la fuente de vida. Las vi huérfanas. Solas luchando contra un desierto que avanza a pasos agigantados. Vi parches de vegetación protegidos por árboles. Como peones en enroque. Protegiendo al rey del jaque.

Vi el majestuoso Chimborazo sin su túnica blanca. Estaba con calor. Solo tenía nieve en la cima y en el flanco oriental. Se veían las laderas aluviales con surcos, grietas y encañadas plomas. Del plomo triste.  Le vi triste. Me vi – a mi misma – triste. También vi a los Illinizas con un piti de nieve en la punta más puntuda del uno, que soportaba la mirada envidiosa del otro que no tenía nada.

[Foto del Chimborazo el 28 de noviembre 2013, Verónica Toral]

Vi invernaderos rectangulares, como la columna vertebral de la producción, armónicos entre sí. Que representan, en su mayoría, jaulas de vegetación foránea. Vi canteras amarillas flanqueadas por quebradas escarpadas y humanitos en franco movimiento.

Hoy es la primera vez que veo a mi país de sur a norte – casi completo. Es la primera vez que lo veo y me siento triste. Triste por el avance humano y su ola cambiante. Ese progreso que nos está quitando el mismo sustento del desarrollo. Es un círculo vicioso.

Triste porque mi vecino de asiento no se inmutó cuando le mostré el majestuoso Chimborazo agonizante, o los Illinizas moribundos, o las nubes de polvo entre medio. Triste porque ni bien aterrizamos en Quito, todos prendimos el celular y nos paramos apretados a esperar que nos abran la puerta a lo cotidiano. El Chimborazo acalorado no nos hizo mella.


¿Qué pasará con nuestro Escudo Nacional si el majestuoso Chimborazo ya no es tal?

[publicado el 6 de diciembre del 2013 en el Diario El Tiempo de Cuenca  http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8075-viendo-volando/]

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